lunes, 10 de mayo de 2010

Entre sombras e inconsciencia

Mis extremos inconscientes,
mi alma metódica,
la vida que prescinde de todo cuanto aspiro.

Ríos y mares, de conjunciones y conflictos;
la indiferencia que los marca;
y el caos que continúa.

La mirada demandando piedad,
o un espacio, o un segundo,
o algo a donde adherirme,
de donde ver y sentir realmente,
o a donde ir sin caer en falsos caminos.

Rebelión, lucha, dolor, ¿una infitesimal lucidez?;
todo cuando sea necesario,
todo para abandonarlo, para encontrar esa partida que parece no existir.

Y sus garras que esclavizan,
sin renunciar a su ordenamiento,
niega mis deseos, nubla mis pensamientos, me impone virtudes, adhiere ignorancia.
¿Como ir entre sombras y brumas de la nitidez de un pleno día?
Un misterio que es y no es...

Prescindir de lo imprescindible,
que me configura en lo que no quiero.
Desterrarme entonces
negarme tal vez...

¿Como conocer esa vida que me niego?

Pregunta que resuena, sin respuesta aparente.

viernes, 16 de octubre de 2009

Aviones de papel


De ausencias y presencias, de artificios y naturaleza;
Rincón de un mundo que empieza.
Tiempo que se detiene, hora que se estira, que toma pausa;
Insignificancia del tiempo.
Aliento-respiración, mirada-observación, movimientos-gestos;
Transfiguración de las formas.
Una comunidad, la reunión que inicia, las personas que tiemblan, la revelación que sorprende;
Esa fracción que vibra.

Una risa que opaca todo,
Una risa que invade los sentidos,
Una risa que explica y justifica,
Una risa que cura todo.

Los sentimientos y emociones,
Las sensaciones e intuiciones,
Los mensajes que los contienen,
Las personas que los envían,
La realidad que los ignora,
Realidad que otras personas la construyen.

Y entre risas y respiración, un hombre;
Y entre risas y observación, una visión;
Y entre risas y gestos, la transformación.

Del artificio a la naturaleza, la naturaleza al artificio;
De un rincón ignorado al refugio para la revelación;
Las ausencias al presente;
Ese hombre un puente, el puente es el hombre;
La revelación-hombre, la conjunción ignorada;
Un artificio la solución, un artificio la llave para salvar nuestro engranaje.

Un segundo que se perpetúa, un segundo que transforma, una transgresión al tiempo, una transgresión para la libertad;
El hombre que usa al artificio, artificio que se torna en papel, papel que cobra vida, vida que es comunidad;
Y comunidad, y risa, y revelación-hombre, y artificio-naturaleza, la conjunción completa, la transfiguración un segundo.

El papel la llave, el papel la transfiguración, el papel un avión;
Un avión por persona, un avión con el hombre, un avión el vínculo común, un avión la corrección del engranaje;
Un avión que se pluraliza, un avión que se arroja, cientos que se arrojan y cientos los aviones en el techo de ese rincón;
Aviones-revelación, aviones-artificio, aviones-naturaleza, aviones-vida, aviones-risa, aviones-hombre, aviones-comunidad, aviones-mensaje;
Aviones con ese mensaje, aviones con el mensaje universal;
Aviones que ingresan al pasado, aviones que incursionan en la memoria, aviones que nos transportan al futuro, aviones para soñar;
Aviones en el tiempo, aviones de libertad, aviones que se transfiguran, aviones que perpetúan ese segundo de ausencias y las traen a presencias en la felicidad.

viernes, 2 de octubre de 2009

La superficie que se abandona

Ella perdió el control.
En la calle, en las avenidas, en los cines, en los parques;
Ella perdió el control.
En la familia, en los amigos, en su trabajo;
Ella perdió el control.

Camina entre hojas, entre suave nieve, entre ropas de cuerpos ajenos;
Canta con los vientos, con los días y las noches, con la vida y la muerte;
Sonríe entre techos y azoteas, entre caminos que se bifurcan, entre puertos que se cierran;
Vive ahora entre los límites, entre los inicios y finales, entre las fronteras que cierran lo que nunca se debe cerrar.

Ella perdió el control,
Ella perdió el control,
Ella perdió el control.

Un control que no importa,
Un control que no sirve,
Un control que solo condena.

Ella solo pasea, sonriente,
Entre estaciones,
Entre existencias que pasan y existencias que vienen,
Entre fuegos que se extinguen,
Entre tormentas que terminan.
Ella solo observa el mar,
El mar hombre,
El mar ciudad,
El mar país,
El mar mundo,
El mar vida;
Y ella, sí, quería eso, observar, caminar, cantar;
Y perdió al control, y está feliz.

El control la llama, ella lo rechaza;
El control le llora, ella lo ignora;
El control la tienta, ella ni mira;
El control, taimado, la engaña, y ella lo adivina;
El control enfurece y ella ni se inquieta.

Ella no perdió el control,
Ella no perdió el control,
Ella no perdió el control.

Ella abandonó al control,
Ella expulsó al control,
Ella, sonriente, baila ahora un tango con la libertad.

lunes, 28 de septiembre de 2009

Al Primer Cronopio

Gran Cronopio:

Ignoro si alguna vez leerás esta carta o como desees llamar a este escrito —sé de tu negación para aceptar las cosas como “normalmente” son dadas—, ignoro si aún continúas aquí o ya decidiste salir a buscar lo que no pudiste encontrar entre nosotros, ignoro si hago bien al escribirte, ignoro si al buscarte de esta forma —hay tantas, esta, una más, la que más me gusta, la que mejor conozco— podré encontrarte algún día.

Cronopio, te descubrí hace apenas un año, cuando buscaba, indeciso, algún libro con el cual acompañar mi soledad y una buena amiga —de esas que no dudarías en calificar de cronopia— decidió prestarme tus libros “Bestiario” y “Todos los Fuegos el Fuego”; para entonces, ya sabía de tu existencia por la fama que tanto te precede —no, no te comparo con las famas, no te confundas; solo hago referencia de la buena reputación que nadie duda en otorgarte, la que tanto mereces— pero no había podido conocerte como era debido —desorientación, desidia, malos días (muchos), conjunto de malas razones-; y entonces todo empezó.

Un universo desconocido fue lo que me mostraste, un universo fue el inicio, un universo que posiblemente intuía pero al cual vi solo porque tú fuiste capaz de plasmarlo en el papel para que pudiera entenderlo, para que pudiera al fin llegar a él. Desde ese instante te convertiste en lo que mi inconsciente siempre buscó, una figura, un ideal, un maestro del cual aprender, al cual respetar, al cual querer genuinamente.

Cortázar, Cortázar, Julio Cortázar, querido Julio, respetado Cortázar, añorado Julio. En mi mente, en mi corazón, la revolución empezó por ti, desataste lo que tanto clamaba por salir, lo que tanto necesitaba para continuar con las letras. Invadiste mis pensamientos, mi vida y todo cuanto emprendía lo hacía con la secreta intención de emularte, de imitar de alguna forma tus pasos —los cuales, sentía (siento), necesarios en mi, deseados por mi—, de volverme un mejor prospecto de escritor, de lograr esta enorme pasión que es escribir y vivir para escribir. Gracias a ti, mi recordado Julio, esa revolución que tanto anhelaste para la sociedad en la viviste —tristemente convertida al final en un ideal, en una quimera, en tal vez solo buenas intenciones (siendo benévolos); pero en la cual tanto creíste y tanto quisiste hacer e hiciste— la pude realizar en mi interior —mejor dicho, la pude empezar—; tu sensibilidad, la complicidad que transmitías, todo cuando ibas representando a medida que te fui conociendo, se fueron convirtiendo en ideales dignos y muy posibles de alcanzar, deseados de alcanzar —a diferencia de esos otros ideales como la justicia imparcial, la piedad para el prójimo, que pueden ser tan impersonales, ajenos a cuanto vivimos, incluso egoístas para con nosotros— y que he ido poniendo en práctica.
Sí, mi primer Cronopio, resumiendo, eres lo más sublime que existe para mí, representas el inicio de tanto, el inicio anhelado y “sos la compañía que este pibe perdido necesitaba en su vida”.

Por supuesto, compañía, no te sorprendas Julio, compañía. En la universidad, en la calle, en los micros, en los taxis, en mi casa, en los parques, en los cafés, en las noches —con o sin estrellas, con o sin luna—, durante los días, en los atardeceres, en conversaciones, en monólogos. Presencia viva, eso eres. Y así digan por ahí que hace veinticinco años te fuiste, nunca lo podré creer; puesto que tú, transgresor, innovador, perduras en el tiempo, y eso que me atrevo a proclamar —la indeterminación del tiempo y el espacio, lo relativo que resultan esos conceptos— y que tú tan bien lo supiste, lo practicas ahora, que se te ha dado por esconderte de todos, divirtiéndote, maravillándote de los cambios dados (y seguro lamentando otros), conmoviéndote de la devoción que muchos te profesan —incluyéndome, por supuesto—, esperando el momento oportuno, ese el que menos esperamos para salir y maravillarnos con las nuevas cosas que nos traerás, oh tú generoso Cronopio.

Y ahora, tal vez por ahora, es todo. Gracias, justamente por eso, por todo, por todo lo que me has dado y enseñado, ilustre maestro, por el compromiso que ahora he de emular gracias a ti.

Hasta luego.

jueves, 24 de septiembre de 2009

MAL CRÓ-NI-CO


Desde hace mucho tiempo —en esta ciudad en la que vivo y siento (porque todo se reduce a sentir y el proceso de la razón se origina a raíz de nuestros sentidos, de lo que captan, de lo que nos permitimos sentir), en la cual, malditamente, tiendo a sentirme solo (por muchas y ninguna razón), a ser incapaz de superar ese mal crónico que llamo soledad— he tenido en la cabeza la trillada idea de crearme un blog; tanto ha sido el tiempo, y mayor la indecisión y falta de determinación que me dominan, que ha pasado casi un año —y un año, aceptémoslo, es demasiado tiempo para una generación tan frenética como la nuestra— desde creada la cuenta en Blogger para que recién a mis 21 años, a semanas de cumplir los odiados 22, decida por fin dignarme a escribir y empezar esta necesaria etapa en mi vida.

Probablemente alguno se pregunte cual ha sido el motivo que haya determinado mi decisión final. Y lamento decepcionar —no creo que sea la primera decepción que les brinde—, pero no encuentro ninguna en particular. Así es, ninguna razón (ninguna ruptura amorosa, ningún fatídico desenlace en algún problema, ninguna muerte que lamentar, ningún acontecimiento aparentemente digno de resaltar). Tengo que serles sincero desde un inicio, de lo contrario esto no funcionaría; yo no los engaño y ustedes no se engañarán buscando algo más de lo que les pueda ofrecer realmente.

Pero, para que tampoco crean que simplemente me muevo en base a impulsos y que mis acciones no contienen un motor, puedo exponerles dos claros intereses que persigo al establecer este rincón en la web.

Es simple. Primero, no pretendo que esto que llaman blog forme parte de mi cotidianeidad; no, sería un absurdo, una capitulación ante la constante lucha por impedir que la odiada rutina se instale en mi vida, que lo que soy capaz de sentir deje de ser nuevo y sea caduco, que la capacidad de maravillarme por lo que hay a mi alrededor muera con mi aceptación de un mundo plano y gris; y por eso mismo, quiero usar este espacio como una pequeña ventana para que vean lo que observo, para poderles mostrar esas vacas de manchas negras que pasean tranquilamente en el campo, ajenas a cuanto ocurre en el exterior y que, sin embargo, son las que tienen la clave —oculta, misteriosa— de esta existencia que se muestra indescifrable (lean Divertimento —gran libro— de Julio Cortázar), la cual, ingenuamente —sí, muy ingenuo, casi estúpido— me puedan, tal vez, ayudar a descifrar o al menos a vislumbrar y deje de ser solo esa intuición tan difícil de perseguir (El Perseguidor, también de Julio Cortázar —cuento largo o nouvelle—, es una clara muestra de eso que algunos persiguen, de lo que se logra intuir). Y segundo, pero no menos importante: mi necesidad de compromiso —y también se conjuga aquí eso que al inicio dije como “necesaria etapa en mi vida”—; desde siempre —o casi siempre— he tenido la suerte de captar (intuir, también, muchas veces) lo que me gusta, lo que me mueve a realizar esfuerzos que normalmente no haría por cualquiera —cosa, persona, animal, lo que sea—, pero siempre mi desidia, mi inmensa desidia, ha jugado en mi contra, arruinando muchas veces lo que aprecio tanto, impidiéndome continuar. Y este blog, a mi parecer, me permitirá asumir un compromiso con el elevado arte —para mí al menos— de escribir, de sumar una responsabilidad (responsabilidad que no es responsabilidad, al menos no literalmente; sí, muy complicado para explicarse en solo unas líneas; ya hace rato que dejó de ser simple todo esto) para impulsar esta vital carrera con las letras. Y no solo al escribir, sino al expresar lo que siento —volviendo al proceso de sentir, al concepto de sentir— y vivir constantemente el goce-sufrimiento —la libertad que representa, que se debe respetar, que permite la autenticidad de la literatura— que la escritura representa para mí.

Sí, soy complicado y contradictorio, me exijo mucho y muchas veces no suelo cumplir con lo exigido. Imperfección, eso es, y no pretendo —ni en sueños— tratar de ser perfecto; dejemos los intentos de perfección para aquellos que no logran verse a un espejo, para quienes ignoran lo que a su sombra le ocurre.

Ya les había dicho, seamos sinceros, así no nos decepcionaremos.

Esto, por hoy, es todo. Ustedes continuarán con sus vidas, yo con mi mal crónico. Y este enano rincón en la web servirá de esquina para encontrarnos, para contemplarnos y por allí tal vez, emocionarnos, sentir.